Será por aquello de que cada época trae sus flores, que ahora dedico los sábados noche a reflexionar sobre lo que ha pasado en la semana. Y puestos a ello, coincidiréis conmigo en que estos últimos siete días no han tenido desperdicio y la economía nos ha ofrecido más de un sobresalto.
De todos modos, lejos de instalarnos en el pesimismo, he decidido analizar la situación con humor, ofreciendo a nuestros seguidores éste entretenido relato de ficción:
Todo comenzaba a mediados de semana; con la amenaza de la quiebra griega sobre nuestras cabezas, las bolsas europeas se recalentaban hasta el punto de que medio planeta se encontraba pendiente el miércoles del resultado de una videoconferencia a tres entre los máximos dirigentes griego, francés y alemán. Mientras tanto, en España – porque se ven de forma muy distinta los toros desde la barrera- saltaban al ruedo los dos últimos presidentes de Gobierno de la democracia para recordarnos que nos encontramos al borde del precipicio y que quizás convenga llamar al pan pan y al vino vino.
Al mismo tiempo, no muy lejos de allí, un grupo de amiguetes celebraban una timba que, hasta el momento, no prometía muchas alegrías. Se alcanzaba la última mano y ya pintaban bastos. Todo apuntaba a que se cerraba el juego y cada uno debía recoger lo poco que quedaba sobre la mesa esperando poder hacer caja a la salida del local antes de la bancarrota. Ya no había más dinero con el que jugar, todas las cartas sobre la mesa …
Pero entonces… sucedió lo inesperado. Un movimiento más, un as en la manga de la banca -recuerden amigos, la banca siempre gana-.
Los principales Bancos Centrales del mundo habían decidido actuar inyectando liquidez a la economía.
¡Qué calladito se lo tenían! Justo en el momento en el que parecía que se iba a para la rueda, aparecen los americanos, los japonenes - hasta los suizos y los ingleses que no jugaban a esto del euro- y se suben al carro.
- Ya tenemos dinero para seguir jugando otro ratito- dijeron al unísono - aunque deberemos esperar a las próximas semanas para ver cómo termina la partida.
Si Grecia se queda sin dinero – de hecho sólo le quedan euros para seguir jugando un mes más- el resto de jugadores lo van a pasar mal. Pero, ¿por qué? Porque a Grecia le va esto del juego más de lo que parece y hace ya un tiempo, para seguir en la mesa tuvo que pedir prestado a sus amigos, que también juegan la misma partida.
En el camino cayó Islandia, pero eso no afectó a la marcha de las apuestas, porque era un jugador de poca monta – creo que a esto lo llaman daños colaterales en el argot –. Sin embargo, ahora Grecia pesa más, y a éste no se le puede dejar ir como si nada.
- Tenemos que seguir jugando – dice Francia.
- Sí, pero yo no pongo un euro más – replica Alemania.
- Pues tendremos que llamar a los chinos o a los del Golfo – dice otro.
- Vale, pero a esos si no hay más remedio, que saben mucho de esto, y al final se quedan con toda la pasta.
Y mientras tanto, Irlanda y Portugal rezan todo lo que saben para que la partida continúe … y España, que también anda bastante falta de capital, sigue el ejemplo de éstos porque después del 1 dicen que va el 2.
TO BE CONTINUED …
Fernando González
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